Verónica Di Toro es una artista que se sitúa en la mayor
– y más estricta – tradición de la abstracción geométrica, tal como la que
surge en Europa en el siglo pasado.
En sus pinturas lleva años explorando las distintas vías
que ofrece esta corriente inseparable de la modernidad; en cada etapa de su
creación desarrolla una búsqueda determinada, proponiendo diferentes variantes
dentro de una orientación artística y estilística particular.
Al observar atentamente el conjunto de las obras que
Verónica Di Toro ha realizado desde hace aproximadamente diez años, se desvela
una progresión continua en la expresión de una dinámica de las formas que se
manifiesta a lo largo de las diversas etapas de su producción.
A partir de la aparición de las primeras vanguardias y
desde el inicio de los diferentes desarrollos del arte geométrico – mucho antes
de que surgieran los artistas cinéticos – una preocupación mayor de los
pintores ha sido la expresión de la movilidad, del movimiento potencial y de
una dimensión dinámica. Estos últimos transmitieron en sus cuadros, a través de
la concepción particular de sus opciones estéticas, una fuerza, un potencial
dinámico más o menos presente y de índole variable. Las formas en suspensión
que evolucionan libremente en el espacio sin límites de Malevich, la movilidad
latente de los múltiples y pequeños rectángulos que Bart van der Leck
distribuye sobre el plano-soporte, los movimientos circulares y arremolinados
de los discos multicolores de Delaunay, los deslices laterales implícitos en
las composiciones de Fernand Léger, la tensión fuertemente contrastada que
aparece en las pinturas de Lászlo Moholy-Nagy no tienen mucho en común, pero
demuestran la riqueza expresiva de la abstracción geométrica.
Precisamente en este campo, la evolución artística que
Verónica Di Toro realiza a lo largo de los años, presenta gran interés.
La muestra en el Centro Cultural Recoleta del año 2003 y
aquella de la Fundación Proa
en 2005, presentan un conjunto de pinturas con colores diversificados y con formas
geométricas estáticas que no ocupan el espacio arquitectónico de manera pasiva,
sino que lo definen, le dan vida y le atribuyen cualidades específicas. En
tanto espectadores visitantes de la exposición no nos encontramos frente al mundo visual creado por
Verónica Di Toro sino dentro de él.
En 2004, en la muestra del FUNCEB (Fundación de Estudios Brasileros),
la multiplicación de los módulos cuadrados y agrupados, así como el uso
simultáneo de líneas oblicuas y verticales brindan al conjunto de la instalación
viveza y dinamismo.
Un aspecto de este recurso estilístico se encuentra
desarrollado en la serie de los “Rayados”. No es tanto el movimiento de las
oblicuas, sino el de un cierto bascular de las verticales lo que a veces
interviene de manera muy sutil en la construcción; esas líneas se convierten en
elementos discordantes respecto al rectángulo estricto de la tela. Un recorte
inesperado, unos campos visuales truncados, unas líneas verticales y oblicuas
muy acentuadas, todas estas particularidades de estilo concurren para crear el
sentimiento de un movimiento continuo que perdura allende del lienzo.
El procedimiento del fragmento y de la fragmentación de
las formas geométricas se desarrolla paulatinamente, sobre todo a partir de las
obras realizadas en 2009. Las figuras geométricas se recortan de manera
abrupta, y el espectador se enfrenta a la visión tan sólo de una pequeña parte
de un todo que se le escapa.
Dos años más tarde, en una serie ejecutada a partir de
2011, las formas se alejan todavía más de aquello que pudiéramos designar como
“familiar”. Una sensación de extrañeza, de desconocido, a veces con alguna
reminiscencia – pero en fin de cuentas improbable – se agrega a un sentimiento
general de incomodidad; el cuadro nos remite a un más allá indefinible con la
violencia que transmiten, tanto el corte inesperado y a veces abrupto de las
formas, como los numerosos ángulos agudos que se abren y fugan hacia el
exterior del cuadro. Una sensación de inestabilidad predomina, semejante a un
estado de tensión, como el de una explosión instantánea antes de su estallido.
Algunos aspectos de la obra reciente de Verónica Di Toro
nos remiten a la corriente pictórica norteamericana de los años 60, en
particular al movimiento hard edge
(Ellsworth Kelly...) por el carácter expansivo y abierto de esta orientación,
por el corte nítido y abrupto de las formas, las cuales no están contenidas
dentro de los límites del cuadro.
El arte de Verónica Di Toro debe también mucho a su
investigación cromática: casi siempre los colores son fuertemente contrastados,
sin que esto constituya una regla absoluta. No se excluyen los tonos pastel, y
a la vez, los colores estridentes son frecuentes. La elección y la originalidad
de los tonos eluden todo sistema preestablecido; el color llama siempre la
atención por su intensidad y demuestra una sensibilidad que mantiene una
distancia sutil con el registro emocional o sensual.
La concepción y la disposición de las formas y de las
líneas, así como la investigación cromática contribuyen a crear un mundo visual
en tensión permanente, un mundo con un dinamismo contenido pero a punto de
manifestarse con vigor e intensidad, y abierto sobre un espacio en expansión.
El trabajo de Verónica Di Toro se define de la mejor
manera por su carácter de investigación permanente, una búsqueda que continúa
renovándose con los años. Sus últimas obras transmiten una fuerza dinámica
notable, en ellas predomina una sensación de estallido: tan sólo miramos el
cuadro y ya nos sentimos propulsados al exterior de sus límites concretos,
proyectados hacia el espacio exterior, un espacio tan desconocido como el
imaginario de la artista.
Danielle Perret, Mayo de 2012
Curadora independiente (Universidad de Ginebra)