25/6/12

Bonito Tándem - Galería Sendrós - 2012








Verónica Di Toro es una artista que se sitúa en la mayor – y más estricta – tradición de la abstracción geométrica, tal como la que surge en Europa en el siglo pasado.
En sus pinturas lleva años explorando las distintas vías que ofrece esta corriente inseparable de la modernidad; en cada etapa de su creación desarrolla una búsqueda determinada, proponiendo diferentes variantes dentro de una orientación artística y estilística particular. 
Al observar atentamente el conjunto de las obras que Verónica Di Toro ha realizado desde hace aproximadamente diez años, se desvela una progresión continua en la expresión de una dinámica de las formas que se manifiesta a lo largo de las diversas etapas de su producción. 
A partir de la aparición de las primeras vanguardias y desde el inicio de los diferentes desarrollos del arte geométrico – mucho antes de que surgieran los artistas cinéticos – una preocupación mayor de los pintores ha sido la expresión de la movilidad, del movimiento potencial y de una dimensión dinámica. Estos últimos transmitieron en sus cuadros, a través de la concepción particular de sus opciones estéticas, una fuerza, un potencial dinámico más o menos presente y de índole variable. Las formas en suspensión que evolucionan libremente en el espacio sin límites de Malevich, la movilidad latente de los múltiples y pequeños rectángulos que Bart van der Leck distribuye sobre el plano-soporte, los movimientos circulares y arremolinados de los discos multicolores de Delaunay, los deslices laterales implícitos en las composiciones de Fernand Léger, la tensión fuertemente contrastada que aparece en las pinturas de Lászlo Moholy-Nagy no tienen mucho en común, pero demuestran la riqueza expresiva de la abstracción geométrica.
Precisamente en este campo, la evolución artística que Verónica Di Toro realiza a lo largo de los años, presenta gran interés.
La muestra en el Centro Cultural Recoleta del año 2003 y aquella de la Fundación Proa en 2005, presentan un conjunto de pinturas con colores diversificados y con formas geométricas estáticas que no ocupan el espacio arquitectónico de manera pasiva, sino que lo definen, le dan vida y le atribuyen cualidades específicas. En tanto espectadores visitantes de la exposición no nos encontramos frente al mundo visual creado por Verónica Di Toro sino dentro de él.
En 2004, en la muestra del FUNCEB (Fundación de Estudios Brasileros), la multiplicación de los módulos cuadrados y agrupados, así como el uso simultáneo de líneas oblicuas y verticales brindan al conjunto de la instalación viveza y dinamismo.
Un aspecto de este recurso estilístico se encuentra desarrollado en la serie de los “Rayados”. No es tanto el movimiento de las oblicuas, sino el de un cierto bascular de las verticales lo que a veces interviene de manera muy sutil en la construcción; esas líneas se convierten en elementos discordantes respecto al rectángulo estricto de la tela. Un recorte inesperado, unos campos visuales truncados, unas líneas verticales y oblicuas muy acentuadas, todas estas particularidades de estilo concurren para crear el sentimiento de un movimiento continuo que perdura allende del lienzo. 
El procedimiento del fragmento y de la fragmentación de las formas geométricas se desarrolla paulatinamente, sobre todo a partir de las obras realizadas en 2009. Las figuras geométricas se recortan de manera abrupta, y el espectador se enfrenta a la visión tan sólo de una pequeña parte de un todo que se le escapa.
Dos años más tarde, en una serie ejecutada a partir de 2011, las formas se alejan todavía más de aquello que pudiéramos designar como “familiar”. Una sensación de extrañeza, de desconocido, a veces con alguna reminiscencia – pero en fin de cuentas improbable – se agrega a un sentimiento general de incomodidad; el cuadro nos remite a un más allá indefinible con la violencia que transmiten, tanto el corte inesperado y a veces abrupto de las formas, como los numerosos ángulos agudos que se abren y fugan hacia el exterior del cuadro. Una sensación de inestabilidad predomina, semejante a un estado de tensión, como el de una explosión instantánea antes de su estallido.
Algunos aspectos de la obra reciente de Verónica Di Toro nos remiten a la corriente pictórica norteamericana de los años 60, en particular al movimiento hard edge (Ellsworth Kelly...) por el carácter expansivo y abierto de esta orientación, por el corte nítido y abrupto de las formas, las cuales no están contenidas dentro de los límites del cuadro.
El arte de Verónica Di Toro debe también mucho a su investigación cromática: casi siempre los colores son fuertemente contrastados, sin que esto constituya una regla absoluta. No se excluyen los tonos pastel, y a la vez, los colores estridentes son frecuentes. La elección y la originalidad de los tonos eluden todo sistema preestablecido; el color llama siempre la atención por su intensidad y demuestra una sensibilidad que mantiene una distancia sutil con el registro emocional o sensual.
La concepción y la disposición de las formas y de las líneas, así como la investigación cromática contribuyen a crear un mundo visual en tensión permanente, un mundo con un dinamismo contenido pero a punto de manifestarse con vigor e intensidad, y abierto sobre un espacio en expansión.
El trabajo de Verónica Di Toro se define de la mejor manera por su carácter de investigación permanente, una búsqueda que continúa renovándose con los años. Sus últimas obras transmiten una fuerza dinámica notable, en ellas predomina una sensación de estallido: tan sólo miramos el cuadro y ya nos sentimos propulsados al exterior de sus límites concretos, proyectados hacia el espacio exterior, un espacio tan desconocido como el imaginario de la artista.

Danielle Perret, Mayo de 2012
Curadora independiente (Universidad de Ginebra)